domingo, 15 de julio de 2012


INFLUENCIAS DEL USO DE LA TECNOLOGIA EN LA MEDICINA (ACTO MEDICO).


En la actualidad el aporte de la tecnología es fundamental en todas las áreas, pero imprescindible en lo que respecta a la medicina. Consideramos que debe existir una interrelación entre medicina y tecnología, ya que el manejo de los equipos médicos de alta complejidad son parte de los avances tecnológicos que se han venido efectuando a través del tiempo. El desarrollo tecnológico ha propiciado un cambio asombroso en la medicina; su avance ha permitido conocer infinidad de procesos que explican el porqué de muchas enfermedades, de eventos que ocurren en el organismo humano y de las consecuencias de relacionarse con su entorno.
Esto ha generado una forma más simple del razonamiento en la ejecución del acto médico, surgiendo dos tendencias distintas de pensamiento: Una en la que se investiga, reflexiona y estudia permanentemente acerca de los procesos y otra en la que se aplica la tecnología sin la labor indagatoria por parte del médico. Las razones por las cuales el conocimiento médico se ha expandido con celeridad son múltiples. La reproducción de la sabiduría médica no sólo es geométrica; es más precisa y más fina. Estoy seguro de que si algún científico de mediados del siglo pasado se asomara a lo que sucede en la actualidad, tanto en los laboratorios médicos como en los de biotecnología, su admiración y sorpresa no serían menores que la que experimentó Phileas Fogg, el personaje de Julio Verne, durante La vuelta al mundo en ochenta días.

No sobra repetir que el conocimiento y la tecnología en medicina no son ni buenos ni malos. Puede ser “mala” la forma en que se obtienen o inadecuadas las vías por medio de las cuales se ejercen. Los juicios morales sólo se aplican a los seres humanos; son los usos de la tecnología los que están sujetos a la polaridad axiológica de bueno o malo. La cuestión central es clara: debe existir un balance entre tecnología y ética. Los eticistas contemporáneos luchan por encontrar ese equilibrio. El dilema es el siguiente: el conocimiento avanza sin cesar y es probable que sea ilimitado; pocas veces los científicos detienen su trabajo para preguntarse si tiene o no sentido seguir investigando. Los eticistas cuestionan esa realidad; saben que el conocimiento (y la tecnología) puede ser ilimitado, pero se preguntan si es ético investigar todo lo que se desea estudiar. A ese embrollo debe agregarse otro avatar vinculado con la justicia distributiva. A pesar de que su tratamiento no es oneroso, algunas enfermedades como la tuberculosis o la malaria matan a millones de personas en el mundo; lo mismo sucede con la desnutrición. Las víctimas pertenecen a los estratos socioeconómicos inferiores. Esa realidad choca con el inmenso costo de la biotecnología y sus productos. La mayoría de la humanidad no tiene acceso a ella. La diatriba, por supuesto retórica, descansa en el tejido de las prioridades: ¿cómo conciliar los costos que implican los avances biotecnológicos con las muertes por inanición o por falta de medicamentos? La realidad, ajena a la retórica, se lee en el mapamundi humano: el acceso a las bonanzas de la tecnología profundiza la brecha entre ricos y pobres, entre estar sano o enfermo, entre tener suerte y participar en la construcción del mundo o ser solamente un observador del movimiento.
La tecnología sorprende por la fascinación que produce y por su fuerza diagnóstica y terapéutica. Utilizarla parece obligado. En la medicina privada, quien no lo hace queda fuera del juego de la modernidad científica y marginado de los beneficios económicos que supone explotarla. Ese juego, muchas veces insano, genera otro problema inmenso. Aleja al médico del paciente y atenta contra el corazón de la medicina: la relación médico-paciente.
Francis Weld Peabody, eminente médico y humanista estadounidense, dijo en 1925, durante un discurso a sus alumnos de Harvard: “The secret of the care of the patient is in caring for the patient”, cuya traducción más apropiada sería: “El secreto en el cuidado del paciente radica en preocuparse por el paciente.” La vieja idea de Peabody es cada día más nueva y más vigente. El uso indiscriminado y exagerado de la tecnología médica incrementa la brecha entre doctor y enfermo, descuida los significados del término cuidar y merma, en aras del glamour y de los incentivos económicos, la lealtad hacia el enfermo, principio inequívoco de la profesión médica; las influencias del uso de la tecnología en la medicina (acto medico) es tan importante que ha influenciado   en diferentes campos de la medicinas, el campo biomédico es uno de los ejemplos más ilustrativos de cómo el progreso científico que está teniendo lugar en nuestros días se materializa en avances de transcendencia social. De hecho el progreso en las metodologías de estudio de los seres vivos y los avances en la manipulación genética han hecho posible la comprensión de numerosos problemas, así como el planteamiento de soluciones útiles para la salud humana.
Los expertos se han ocupado en sus últimas investigaciones de la incorporación de los avances tecnológicos en la práctica de la medicina, ante cuya utilización progresiva se prevé un cambio radical de la ciencia médica. Los temas incluyen, además de la descripción de mejoras tecnológicas debidas en gran parte a la aplicación de la informática, la discusión sobre los aspectos éticos y los beneficios que se derivarán de esta transformación.
La Telemedicina; Un ejemplo del gran nivel de uso y desarrollo que han alcanzado las aplicaciones tecnológicas en el campo de las ciencias de la salud, es la telemedicina, concepto que puede definirse como la utilización de señales electrónicas para transferir y/o intercambiar información médica de un lugar a otro, en forma remota y en tiempo real. En otras palabras podríamos decir que la telemedicina es el empleo de las tecnologías de información y comunicaciones para brindar asistencia médica a quien lo requiera en sitios distantes. Básicamente consiste en la transferencia de información médica a través de redes de comunicación.
La tecnología no es ni buena ni mala. Es neutra. Su uso debe ser racional y correcto. La ética aplicada a ella y al enfermo es inmejorable antídoto contra el mal uso que se le da y conciencia para impedir que la tecnología le gane la carrera al humanismo. La presión que ejercen quienes producen tecnología ha devenido en nuevas patologías que buscan convertir al sano en enfermo, a los síntomas en enfermedad y a los poco enfermos en muy enfermos. Regresar a los orígenes de la profesión no implica alejarse de las bonanzas de la medicina. Implica tratar y ocuparse de la persona y no de la enfermedad, porque, al igual que Phileas Fogg, viajero incansable, la obligación del médico es descubrir lo que siente la persona y no lo que dicta la tecnología médica.